El arte de Consuelo Hernández: de Tánger a Madrid

Consuelo Hernández es una de nuestras artistas más ilustres del panorama actual de la pintura figurativa realista, ha presentado exposiciones por medio mundo y posee un palmarés de premios internacionales impresionante como, por ejemplo, el obtenido en la Segunda Biennale Internazionale di Arte de Genova (2017), el Internazional Prize Caravaggio-Great Master of Art de Milán (2018), el Internazional Price Botticelli de Florencia (2019) o la Medaille d' Argent de la Real Academia de Arte de París. Pese a su gran talento, trayectoria y logros todavía no es suficientemente reconocida en España, asunto que esperemos cambie muy pronto.

Hasta el 30 de agosto, en Madrid, en la Casa de Vacas del parque del Retiro, podemos disfrutar de una exposición de varios de sus mejores trabajos donde destacan los retratos de Pina Bausch, la revolucionaria de la danza contemporánea, de Támara de Lempicka, una de las artistas modernistas más destacadas de la primera parte del siglo XX, de Jorge, hijo de Consuelo Hernández, en una calle de la ciudad de Oporto, y diversos trabajos en entornos mágicos de Madrid o Tánger, una ciudad donde vivió 6 años y donde compaginó su trabajo de docente en el Instituto Severo Ochoa con la creación artística porque hay que decir que Consuelo Hernández no copia de una fotografía a la hora de pintar o dibujar sino que observa, analiza y través de ahí crea una composición en su mente que luego plasma de manera magistral, minuciosa y mimada en sus obras.


Todos los detalles de la exposición han sido supervisados por la mencionada Consuelo Hernández y se nota, todo es está muy cuidado, todo es exquisito como, por ejemplo, el catálogo que viene acompañado por unas magníficas reproducciones a todo color de una buena selección de sus trabajos y por dos textos sublimes. Uno es un poema, titulado A la pintura, obra de un gran amigo de mi abuelo: Rafael Alberti y el otro es un texto del gran intelectual Javier Rioyo, actual director del Instituto Cervantes de Tánger, del cual por su calidad hemos querido, eso sí, con su bendición compartir estas líneas:

Consuelo Hernández pinta un Tánger que vive en el recuerdo. Sabe acercarnos, con suave emoción, a un mundo que está detenido en su mirada. Su ojo pictórico nos produce quietud e inquietud. Cuando paseo por las calles de Tánger, cuando me acerco a esos edificios que fueron revisitados por Consuelo, ya los veo por los ojos de su pintura. El teatro Cervantes, las casas del Marchan, el viejo cine Alcázar, los jardines de un Riad, la Plaza de Toros, el Instituto donde fue enseñante de Literatura, otros rincones de esta ciudad en permanente reinvención han sido ya fijados por la mirada de la artista.

Estoy convencido que en mi próximo viaje a Tánger me ocurrirá lo mismo que a Javier Rioyo cada vez que vea uno de los lugares que he visto reflejado en esta espléndida exposición ya no lo veré con mis ojos, lo veré con los ojos de Consuelo Hernández.
Si están por Madrid no pueden perderse esta magnífica exposición.
